Ricardo Hontanon
El lunes, en su recital incluido dentro del ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Botin, ratificó las altas cualidades que demostró el pasado verano y lo ha hizo con un programa exigente y, por lo tanto, exento de gangas efectistas.
En éste, además, tocó una obra prácticamente inédita entre nosotros como es las ‘Estaciones’ de Tchaikovsky, todo un derroche de clima poético y sensibilidad que ella captó en su plenitud mostrando su personalidad poseedora de grandes recursos técnicos y expresivos. A cada una de estas bellas piezas las dotó de fuerza y lirismo, con una timbrica versatl y matizada en todo momento. A la extensión de estra obra, que ocupó la primera parte del recital, siguio la mas que bien traducida segunda Sonada de Chopin, impecable en lo conceptual, exenta de cualquirer manierismo y en la que hay que destacar lo bien que interpreto su hermosa marcha funebre.
Del musico polaco paso a correctas lecturas Puerto y la Almeria de la ‘Iberia’ de Albeniz, con mejores resultados interpretativos en la segunda de estas páginas, piedra de toque para cualquier buen pianista, para concluir con todo un alarde de virtuosismo plasmado en el Mephisto Vals de Liszt, con el que Tamar Beraia, que tiene un áureo porvenir, obtuvo entusiastas palmas. Lo fueron para una pianista de sólida formación y que tiene mucho que decir, tal y como se precibió en los largos aplausos y sonoros ‘bravos’ que la intérprete georgiana recibió en una sala que, una vez más, se quedó pequeña.
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