Recital de piano de Tamar Beraia, organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos. Miércoles 25 de Marzo.
Puntual y con presencia impecable, la georgiana Tamar Beraia se presenta en el Jovellanos dispuesta a ofrecer un recital que aborda piezas magistrales del repertorio pianístico del siglo XIX y principios del XX. Su aspecto frío, con escasos movimientos físicos ante el imponente piano, contrasta con la expresividad y la pasión que concentra en sus dedos capaces de extraer delicados pianísimos y estruendosos fortes.
Inicia el recital con Nocturno Op. 9 Nº 1de Chopin, una composición con claras reminiscencias estéticas de los nocturnos de John Field, creador del término. La exquisita interpretación deja claro que es una pianista de altos vuelos capaz de cumplir los vaticinios de los más especializados cuando afirman que en pocos años se convertirá en figura de primera línea, a la altura de María Joao Pires, Martha Argerich o nuestra Alicia de la Rocha. Pocos segundos de pausa necesita para concentrarse y enlazar las diferentes piezas que incluye el programa, cada una de ellas con características muy particulares. Así, tras la magnífica interpretación de dos temas de Tschaikowsky aborda el segundo movimiento de la Sonata para piano nº 3 de Brahms, cuya composición nos recuerda a algunos pasajes de Beethoven.
Si alguna imprecisión pudimos captar a lo largo de una hora fue en el “Estudio trascendental nº 11, Armonías de la tarde” de Franz Liszt, una endiablada composición que se encuadra entre las más difíciles de la historia del piano, quedando algunos fraseos un tanto turbios en manos de Tamar, pero poca cosa. Seguidamente, con gran acierto, nos traslada al siglo XX con una de las tres piezas que componen “Estampes” de Debussy, “La soirée dans Grenade”, cuyo impresionismo cargado de atmósferas melancólicas y vaporosas se inspiran en Andalucía y a la que Falla hizo referencia en múltiples ocasiones. Seguimos escuchando impresionismo pero con particularidades diferentes, pues es el turno del movimiento “Le Gibet” de la obra “Gaspard de la nuit”. Aquí se evidencia la afición de Ravel por los relojes con una partitura que oscila entre un tic-tac constante y preciso y unas melodías sugerentes cargadas de armonías de inspiración más americana. Muchas obras de jazz juegan con estas cadencias.
Dejamos Francia y nos trasladamos a las múltiples influencias que conforman el estilo personal del húngaro Béla Bartók, con dos piezas en las que el piano se convierte en un instrumento de percusión con ritmos agitados y complejos. Tamar realiza una interpretación precisa a la par que delicada y sutil. Para no romper la magia presente nadie del público se atreve a respirar más fuerte de la cuenta o a moverse de sus butacas por temor a un crujido inesperado. Cierra el programa con el sugerente Nocturno Op. 62, Nº 1 de Chopin y el público le reclama con insistentes aplausos un bis. Agradecida, nos regala una magnífica interpretación de la “Danza ritual del Fuego” de Manuel de Falla. Con esta obra talmente parece que la sangre española corre por sus venas.
Crítica para el periódico La Nueva España
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